LA MASONERÍA ESPAÑOLA EN PRO DE LA
PAZ MUNDIAL (1892)
Respuesta de la logia Acacia nº
93, de Valencia, a la encuesta del Gran Oriente Español sobre el desarme y la paz
Valencia, 30 de enero de 1892
“¿Son el desarme general y
la política de la paz, principios masónicos? Y si lo son ¿por qué
medios podrán ser llevados a la práctica en el mundo profano?
Primera cuestión.
Indudablemente que la política de la paz es y debe ser la política
de la masonería; la paz es un ideal honorable que deben perseguir
con fe y entusiasmo sus respetables logias toda vez que el más
nobilísimo de sus fines tiende a implantar en la tierra el reinado
de la paz, la armonía y el amor entre los hombres; pues no en
balde ostenta en su lema el sublime principio de la fraternidad.
Mas de aquí no hemos de
deducir como consecuencia el desarme general en absolutos; pues el
ejército, la fuerza, es imprescindible necesidad, no ciertamente
para oprimir al débil, ni para la brutal conquista, sino para la
restauración del derecho allá donde ha sido perturbado y para la
defensa de la integridad de la patria mientras no se abra paso el
salvador principio de la fraternidad universal borrando los
límites de las Naciones. Lo que sí se impone como medida saludable
es el inmediato desarme y licenciamiento de esas falanges
guerreras de esos numerosísimos ejércitos que, sobre ser un
verdadero anacronismo en el actual momento histórico, lejos de
constituir una garantía de seguridad para la tranquilidad social,
no viene a constituir otra cosa que una perpetua amenaza para la
paz pública y un insulto a la civilización y el progreso.
En su virtud, la masonería
obrando en armonía con los sublimes principios que la informan
debe coadyuvar poniendo en acción los medios de que disponga hasta
llevar a la práctica tan nobilísimos y humanitarios fines en el
mundo profano.
Ahora bien; ¿y qué medios
debe elegir como más eficaces para obtener este resultado?
Segunda cuestión
Primero: Procurar el
definitivo triunfo de la democracia.
Segundo: Fomentar los
trabajos de la Liga de la Paz.
Tercero: Desde luego
reclamar la abolición de una vez para siempre de un odioso
servicio personal, reminiscencia de los tiempos de despotismo y
barbarie que todavía se conserva bajo el nombre de quintas.
Cuarto: Lejos de reclamar
el servicio militar obligatorio, procurar que éste sea voluntario
y preciso para formar un pequeño ejército, pues caso de ser
amenazada la integridad del territorio, cada ciudadano debe ser un
soldado dispuesto a inmolar y derramar su sangre en aras de la
Patria.
Quinto y último:
Colaborando en cuanto sus fuerzas alcancen en la obra del
progreso, el que no tardará a determinar la necesidad de una
Asamblea o Congreso Internacional, cuya altísima misión sea la de
resolver como suprema autoridad todas y cada una de las cuestiones
de derecho internacional y público dirimiendo conforme a derecho
toda contienda entre las Naciones” (Archivo Histórico Nacional,
Sección Guerra Civil, Salamanca, leg. 788 A)
Publicado en José Antonio
Ferrer Benimeli, La Masonería española: La Historia en sus
textos, Madrid, 1996, pp. 189-190.
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